Cuando me siento por dentro, me encuentro en estancias como éstas, que son descanso y abismo, en función de desde dónde las sienta.
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En la fascia me deslizo por el entramado de mi existencia, y comprendo algo acerca de que nunca llegamos a tocar verdaderamente nada, porque siempre queda algo de éter entremedias. Ni siquiera a mí misma. Ni a la memoria. Aunque siempre nos toca.
Este tejido liminal es la estructura de la consciencia, donde se encuentra todo lo que se y lo que aún no se de mi. Vivir en esta cualidad es entrar en la substancia del origen y en el fin de la búsqueda.
(La somática tiene muchas capas, no te conformes solo con sensaciones corporales)
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El tejido conectivo es una de las puertas de la revolución de este tiempo, uno de los pocos refugios que quedan en la era de la artificialización. Es aquí donde puedes sentirte a ti mismo, y notar que estás vivo. Y más allá de eso, acceder a esa sensación de sentido que anhelamos. A eso innombrable e inmenso que casi no sabemos aún sentir.
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Parece que la fascia es el órgano de la neurocepción. La que puede percibir la cualidad amistosa o no del aire. Así de pragmática y sutil.
Es ella la que sostiene, contiene y protege cada parte esencial y sensible de nuestro cuerpo. La que se modula, se engrosa, se lubrica o petrifica a favor de nuestra supervivencia. Con el superpoder de la regeneración tisular y la candidez de llevar fibroblastos a un corazón roto por el desamor.
Es la guardiana de la enjundia de nuestras vivencias
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He querido asomarte al ecosistema en el que trabajo y vivo, aunque las palabras no alcanzan a describir lo que vivimos en los procesos de terapia y formación. (Gracias a todas 🫀)
De esto va, en esencia, el trabajo con TRE y con Focusing. Y con todo lo que hago.