Me presento ante este abismo.
Hoy vino una mujer a asomarse conmigo. Nos encontramos ahí las dos, reconociéndonos.
Mi camino está hecho de sus mismos pasos. Conozco su terror. Eso esquilmado adentro. Esa presión en la cabeza. Esa locura. Ese dolor que no es de este mundo. Ése miedo. Esa narrativa que salta de lo cotidiano a lo extraterrestre. Estamos juntas, respirando esto. Asomadas. Un viento que viene del fondo de la negrura recorre nuestro límite. Se dibuja mi recuerdo en esta misma habitación, cuando algo en mi murió, literalmente, de miedo. Ese miedo que no era de este mundo. De memoria arcaica. Estuve 3 días muerta.
Está aquí, preguntándose si alguna otra forma de violencia sería más o menos difícil de vivir que ésta que le atraviesa.
Otra vez aquí.
Deseamos que algo de lo que ha pasado tenga lógica para recuperar mínimamente la sensación de control.
¿cómo puedo saber que yo soy segura para mi misma si me metí en este infierno sin darme cuenta? Vivir con esta incertidumbre es terrible. He vivido 5 años en esa pregunta. En cierto nivel dejas de vivir. Es esta violencia, que con alguno de sus tentáculos deja algo inoculado en algún lugar del ser. Que gangrena la vida. Y una ya no es del todo una misma.
Me presento a este abismo y de nuevo un viento profundo recorre mi limite. Es frio y adentro tiemblo. Este temblor ahora no es de miedo, es presencia. Estoy aquí, sintiendo esto, y algo en mi cuerpo tiembla. Peso y respiro.
*
Fue una estrategia de supervivencia postraumática. Algo adentro estaba revolucionado, iba más deprisa de como solía y sin frenos. Ese vértigo se camuflaba en un ambiente protector, seductor y mágico, y se parecía a algo bello. Él estaba aquí, disponible para ayudarme a hacer mi sueño realidad. Perdía la sensación de gravedad, quizás volaba. Cuando no estaba en su presencia volvía a mí. Me preguntaba ¿qué es esto? Y me decía a mí misma que me sentía adolescente. Ante él, estaba a su voluntad, complaciente y dichosa. El mecanismo implícito en esto se llama adulación. Lo aprendí de niña. Quizás haya sido mi estrategia básica de relación durante toda mi vida.
…..
Paro aquí un momento.
…..
Durante toda mi vida. Perdida de mi voluntad. Complaciente y dichosa. Prostituyendo mi cariño por algo que se pareciera al amor. Durante toda mi vida. Prostituida para sobrevivir la desolación de la falta de presencia.
Algo sucede adentro. Siento mi peso y mi calor. Y también siento que me disuelvo. Le doy tiempo a esto.
Vuelve esta palabra. Prostituida.
*
Ante una sensación básica de falta de seguridad… ¿puede ser mi voluntad libre?
¿cuánto llevamos prostituido para sobrevivir?
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Abismo otro límite… ¿qué violencia implica esta forma de supervivencia? Algo hace crash en mis adentros.
Y otro… A veces siento su desconcierto y desesperación ante mi presencia. Soy para él un espejo implacable de obsidiana. Le veo en sus intentos por ser reconocido como alguien valioso.
…
Paro para invitar a esa parte de mí que siente urgencia por maternarle a quedarse conmigo mirando esto. Me siento sintiendo su dolor. Comprendo el mandato de su herida. Doy un paso atrás. Vuelvo a mi silencio.
*
Hoy algo sucedió en la coherencia de todos mis cuerpos, desde el fisiológico al extraterrestre. Esa mujer y yo estábamos ahí, y podíamos sentir el miedo sin sentir miedo. Y podíamos saber sin saber qué es lo que ha pasado. Hubo sensación de haber comprendido algo. Nuestros ojos se sonrieron, y por un momento una paz muy viva llenó la habitación y nuestros cuerpos.
Después vuelve la vida cotidiana. Quizás el amanecer con angustia. La sensación de exilio. La perspectiva del camino de regreso, ancho, largo, profundo… Los pasos sombríos. El mantener el tipo desde esta sensación de algo vaciado en la pelvis. La duda de si habrá fuerza suficiente. El miedo a volver a vivir. El seguir caminando aún y con eso.
Sin embargo, en ese momento nos sentí amparadas por un amor que no sólo es de este mundo, y sentí que sentir esto que sentíamos cambiaba algo fundamental en nuestra existencia. Y que eso fue posible porque estábamos juntas. Asomadas.
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Nuestra existencia. Que por fin encuentra el abismo en el que poder ser sentida. En ese borde en el que la vida sana la memoria. Ese tiempo y espacio seguro que surgen del acto de dar tiempo y espacio. Esa seguridad implícita en la escucha. Ese milagro de sentir la existencia de otro ser mientras siento mi existencia.
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Este día, nos asomamos a esta arista de la violencia desde nuestros lenguajes y artes para dar la posibilidad de alquimia a este dolor e impotencia que nos atraviesa. Levantamos los altares de nuestra consciencia para vislumbrar que estamos todas y todos enredad@s en esta tela de araña. La violencia implícita de este sistema, de esta cultura, rezuma en las paredes de nuestra vida cotidiana. La resolución sólo puede darse adentro; del cuerpo y del vínculo.
Pararse a sentir es un acto revolucionario. De respeto radical. De autocudiado. De responsabilidad colectiva.
Quien está libre de pecado, no tira ésa primera piedra.
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Nos deseo compañer@s de corazón compasivo y resonante con l@s que poder pararse a ser. Nos deseo ser nosotr@s mism@s esa escucha compasiva para nuestros adentros y para los de nuestr@s compañer@s. A donde sea que vamos, llegaremos junt@s.
1 Commentario
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Tus palabras me llegan hondo con una verdad desnuda y un sentimiento a la vez crudo y sutil que me conmueven en lo más profundo.
En esa mujer que mencionas, está la Herida que quiere abrirse como una Flor. La sanacion es posible tras el acto revolucionario de mirarse en la Herida. Es posible tras saberse escuchada y sentir una mano en el borde del abismo.